martes, 11 de diciembre de 2012


Adiós a Oscar Niemeyer, el arquitecto de la audacia



Siempre fue un idealista. En su juventud militó en el Partido Comunista de Brasil, que llegó a presidir entre 1992 y 1996, y nunca claudicó en su defensa de los pobres y de los gobiernos de izquierda en Brasil y en el resto de América Latina
 La vida es más importante que la arquitectura”, solía decir Oscar Niemeyer, quien falleció a los 104 años en Río de Janeiro, tras varias hospitalizaciones por complicaciones debido a su estado de salud.
Fue tal vez este apego al mundo lo que convirtió al arquitecto brasileño en un ser longevo y le permitió trabajar hasta casi el final en su pasión: los edificios de concreto con curvas libres de soportes, que sobresalen por su dinamismo y ligereza.
Niemeyer nació el 15 de diciembre de 1907 en Río de Janeiro. Fue, junto con el urbanista Lucio Costa, el diseñador de Brasilia, la moderna ciudad inaugurada en 1960. De su tablero salieron el Congreso y los palacios Planalto (sede del Poder Ejecutivo), Alvorada (residencia oficial del presidente) e Itamaraty (Cancillería), además de la catedral.
Sus primeros encargos fueron, sin embargo, una iglesia y un casino a orillas del Lago de Pampulha, en Belo Horizonte. Las novedosas líneas de ese pequeño templo dedicado a San Francisco le dieron fama en todo el país. El casino fue transformado luego en un museo de arte contemporáneo.
“Este proyecto tuvo mucho éxito porque era distinto: una arquitectura más leve y suelta, cuya forma intentaba sorprender. Fue muy importante ese primer trabajo para mí”, explicó Niemeyer a BBC Mundo en una entrevista realizada en mayo de 2007. seguir leyendo



El Niteroi de Niemeyer


No me siento atraído por los ángulos, ni por las líneas rectas, duras e inflexibles, creadas por el hombre. Me siento atraído hacia las curvas que fluyen libremente, sensuales. Las curvas que encuentro en las montañas de mi país, la sinuosidad de sus ríos, las olas del océano y en el cuerpo de la mujer amada.
Oscar Niemeyer

Sobre el proyecto del Museo de Arte Contemporáneo de Niteroi, el arquitecto brasileño de 103 años cuenta: “el terreno era estrecho, rodeado por el mar, y la solución ocurrió naturalmente, teniendo como punto de partida el inevitable apoyo central. De él, la arquitectura ocurrió espontánea como una flor. La vista hacia el mar era bellísima y había que aprovecharla. Suspendí el edificio y bajo él, el panorama se extendió todavía más rico. Definí entonces el perfil del museo. Una línea que nace desde el suelo y sin interrupción crece y se despliega, sensual, hasta la cobertura. La forma del edificio, que siempre imaginé circular, se fijó y en su interior me detuve apasionado. Alrededor del museo creé una galería abierta hacia el mar, repitiéndola en el segundo pavimento, como un entrepiso inclinado sobre el gran salón de exposiciones”.